lunes, 25 de julio de 2016

Ecos de ecos

Con las mismas frases se expresan.
Repitiéndolas, todos ellos, como si fueran entes fotocopiados, empecinados robots, papagayos (que es más tropical comparación). Ecos de ecos.
Y dejándonos sentir todo lo impersonal, lo falsario, lo egoísta que ni se esconde detrás de las palabras; los intereses incrustados en su retórica de tahúres.
Y eso que hablan el mismo idioma (salvo los caprichosos separatistas, con sus quejosas letanías).
Pero el resultado no es mucho mejor que el de los hombres a los que Dios castigó cuando, obedeciendo al  belicoso y tirano Rey Nemrod, construían con infame insolencia la torre gigantesca, y Dios los confundió y los dispersó en el habla múltiple y enfrentada, en la incomprensión y el interminable -- e insufrible -- desacuerdo.
¿Sabéis a quiénes ahora me refiero?

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