lunes, 8 de mayo de 2017

La obra (I)

Rápidas chispas fugaces
como estelas que un cometa
dejara atrás al pasar,
la rotoflex* invasora,
destructora y "kamikaze",
despeja la vista al mar.

Tres décadas mal contadas
resistieron estas vigas,
esa vigorosa intriga
contra el salitre enfrentadas.
Y ahora una taladradora
o una broca consistente
(contumaz perforadora
con sonido intransigente),
abre surcos laterales
en los pilares de antes,
los restantes,
que seguramente valen.

Operarios decididos
-- uno, "senior", otro, mozo --
van formulando el destrozo
que contempla, estremecido.
Que "la manta a la cabeza",
intrépido, se ha liado
y la mezcla de silencio
y homogénea soledad,
si decimos la verdad,
debe haberlo trastornado.

Está en marcha la reforma
que señala hoy este blog
con que el Hipocampo informa
mientras mira su reloj. 


*En la duda de si el término rotoflex es equivalente a radial (para designar ambas herramientas que estarían remotamente emparentadas con la temible y sádica fresa de los odontólogos), damos preferencia al elegido, subordinando la eventual propiedad a la morfología visible, a nuestro parecer, más artística y elegante, de diseño más ingenioso y cautivador, aunque hemos de reconocer su menor severidad.

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