martes, 29 de agosto de 2017

Continuación

Ya se sabe, la gente frivoliza y el tema de los signos del Zodíaco, que tan frecuentado y agotado fue, en los años sesenta y setenta, como recurso pseudoesotérico para descongelar tertulias y otros menesteres, ya había perdido vigencia, más por pasado de moda que por falta de una entidad de la que seguramente siempre careció.
Con todo, el suyo natal era como un emblema célebre, inevitable y severo, de que su carácter no padecía con mansedumbre los agravios ni los dejaba sin reparación, de estar en su mano; y esta vez, la reparación en su mano tenía la forma impecable e implacable de la hoja ancha y afilada, resplandeciente y algo curva, la cacha de madera pulida, veteada, de tacto lleno y contundente; la longitud cumplida que iba a dar cumplida cuenta de todo el venenoso embrollo... 

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