sábado, 10 de marzo de 2018

La entonación en el habla

Si los gestores del último film sobre Pablo Escobar pretenden estrenarlo en Colombia sin haber tenido la prudencia de eliminar todo ese sonido de "español peninsular" que inunda y lastra esta versión, la rechifla escandalizada y estruendosa del público paisa allá (y del cachaco y del costeño, etc.) resonará en el ámbito entero de las salas de cine de Hispanoamérica.
Y no disminuye ese ridículo el empeño de incluir giros y términos de color local que subrayan una artificialidad capaz de hundir toda la producción.
Por lo demás, el figurón del narcotraficante ya va estando manoseado y sus burdas pretensiones de bandolero justiciero, pasado el tiempo, a poca gente seducen con la impresentable admiración hacia el verdugo zafio y brutal que debió ser, por muchas voluntades que comprasen sus infames manejos y sus asesinatos, sus demagogias populistas y su retórica de compadrito.
Lo grave del asunto es el daño astronómico que el poder omnímodo de drogas+dinero hizo y sigue haciendo, y que entonces invadió sin límites los circuitos más fundamentales de una nación en la que parecía que todos debían favores a su más notorio delincuente.
Penélope da el tipo de acicalamiento afectado y vanidoso, prepotente y finalmente "florero" en peligro, propio de aquellas movidas y latitudes. Javier, con su barriga desatada y su ya contable especialización en maleantes y gentuza siniestra, también funciona si le restamos las "ces", las "zetas", el "vosotros" y todo lo demás.  

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